Había una vez hace muchos, muchos , muchos años, en época de
guerra ,en un lejano país, un rey y una reina al que todo el reino amaba. Tal
era la belleza de ambos que ninguno de este mundo podía igualarse a ella. La
reina tenía el pelo tan dorado como el sol, con unos ojos azules cristalinos y
la sonrisa más envidiable que os podáis imaginar, el rey en cambio, tenía un
pelo oscuro como el carbón con una barba larga y frondosa y con unos ojos verdes pardos. Lo único que le
faltaba al reino es un hijo varón que pudiese dirigir la guerra a la victoria
tras la muerte de su padre.
Tras varios meses intentándolo, la reina se quedó embarazada
de un chico. Los reyes respondieron a esta noticia con una grata alegría y
entusiasmo, pero detrás de esta noticia había una amarga realidad. La guerra
cada vez era más intensa y el rey tuvo que partir a la batalla ya que no podía desatender
los asuntos de un rey.
Pasaron los años y la guerra no cesaba, la reina había
tenido que cuidar sola al niño en el palacio, enseñarle modales, costumbres,
comportamiento…etc. Cuando el niño cumplió diez años escucho por primera vez la
vuelta de caballeros a palacio y con ello la vuelta de su padre.
Transcurrieron unos meses y un trágico accidente hizo que la
reina falleciera, desde entonces el padre se sumió en una profunda depresión y
se obsesionó como instruir al niño en el combate para que pudiese ser un buen
rey y llevar al reino a la victoria. El príncipe había pasado muchos años sin
su padre en palacio y lo que menos quería era ser rey y tener que luchar para
poder llegar a vencer al reino con el que su padre se había sumido en una larga
guerra.
Cuando llegó el día en el que el padre quiso abdicar, el rey
dijo al príncipe que había llegado el momento en el que tenía que cederle el
legado y que ahora todo dependía de él. El príncipe cuando escuchó esto se puso
muy nervioso, no podía soportar la idea de entrar en batalla, de no poder vivir
su vida, asique esa noche cogió un saco, metió el colgante que le dio su madre
con el emblema del reino cuando era pequeño, la espada de marfil con la que
había entrenado con su padre y el anillo de boda de su madre y se fugó al
bosque.
El príncipe corrió durante toda la noche para evitar ser
visto por los caballeros del otro reino y del reino de su padre. Los días iban
pasando, y el príncipe se encontraba desorientado en el bosque, tenía lo básico
para poder sobrevivir y siempre andaba con cuidado para que ninguno de los
reinos le encontrase. Un día, una joven que iba a coger agua al río lo encontró
durmiendo entre unos matorrales, la joven despertó al príncipe y le invitó a
que fuese con ella para proporcionarle alimento, cobijo y trabajo. El príncipe
aceptó, cogió su saco y siguió a la joven.
Cuando estaban a punto de entrar en la ciudad, el príncipe se
dio cuenta de que el reino al que iba a entrar, era el reino con el que su
padre estaba enfrentado. En ese preciso momento, se puso una capucha que le
tapaba toda la cara para evitar ser reconocido por alguno de los guardias.
Mientras caminaban, el príncipe se iba dando cuenta que estaba
cada vez más cerca del castillo de ese rey hasta que sin darse cuenta estaba
ante las puertas de palacio. La joven le ofreció trabajo de camarero. El príncipe
ya no podía negarse ya que levantaría sospechas después de llegar hasta aquí,
así que aceptó la oferta.
La joven, que era la cocinera de palacio, se quedó asombrada
con la facilidad que tenía el chico en desenvolverse con la realeza, así que
decidió ofrecerle como uno de los camareros para los tres días de banquete y fiesta real de la princesa del palacio por la búsqueda
de un prometido.
El joven príncipe, tras escuchar la noticia, le pidió a la
cocinera que si podía asistir después del banquete al baile y contemplar la
belleza de la princesa. La cocinera no vio inconveniente en la petición del
joven y aceptó con la condición de que llevase a la princesa un trozo de tarta al
acabar el baile.
El príncipe cuando terminó de servir el banquete, fue
corriendo a sus aposentos, se cambió de ropa, colocó su espada de marfil en la cintura,
se peinó y se perfumo para el baile de celebración de la princesa. Cuando el príncipe
entro en la fiesta, la princesa no pudo obviar su presencia. Disimuladamente, y
poco a poco intentando bailar con todos los príncipes que habían asistido al
baile, fue acercándose a nuestro príncipe con el que bailó durante un largo periodo
de tiempo comparado con el resto de
invitados. La princesa y el príncipe no podían parar de asombrarse de la
belleza que tenían ante sus ojos, pero la fiesta se acababa y el joven tenía
que ir a poner la tarta a la princesa, así que cuando terminó la canción el
príncipe salió corriendo.
Cuando llegó a la habitación de la princesa, dejó un platito
con una porción de tarta y el anillo que le cogió a su madre y se fue tan
rápido como había llegado. La princesa cuando fue a tomar su trozo de tarta se
extrañó que hubiese un anillo al lado de la tarta, pero no le dio mucha
importancia, solo podía pensar en ese joven príncipe con los ojos tan azules
como el mar.
Al día siguiente, cuando terminó el banquete, el príncipe hizo
exactamente lo mismo y se presentó en el baile. Esta vez la princesa no bailó
con todos los pretendientes, si no que fue a buscar a ese príncipe al que no
podía quitarse de su cabeza. Bailó con él durante horas pero al acercarse el
final del baile el príncipe muy a su pesar tenía que obedecer la orden de la
cocinera y subir a dejar a la princesa su tarta. No obstante, el príncipe
decidió jugársela toda a una carta y subió a la habitación de la princesa a
dejarla su trozo de tarta, pero esta vez dejo al lado del plato su espada de
marfil y su colgante con el emblema de su reino.
Cuando la joven princesa fue a tomarse su tarta, se quedó
paralizada. Esa espada era del joven príncipe del baile y ese emblema era el
del reino enemigo de su padre. La princesa se había enamorado del príncipe al
que su padre quería derrotar. Paso la noche y la princesa no durmió nada, no
sabía que podía hacer.
En la tercera noche de banquete, tras empezar el baile, el príncipe
no se cambió pero se quedó en la fiesta. La princesa le miró de arriba abajo
muchas veces para comprobar que no era un simple espejismo o que sus ojos le estaban
jugando una mala pasada, pero era él , aquel joven camarero era el príncipe con
el que había estado bailando las noches anteriores, era el heredero al trono
del otro reino.
La princesa, avanzo hacia el joven, se plantó delante de él
y le besó. Pidió a su padre que le diera la bendición para concebir matrimonio con
el príncipe del reino con el que estaban enfrentados y así poner fin a la
masacre entre los reinos y poder vivir con el hombre del que se había
enamorado. El padre aceptó tras escuchar a nuestro príncipe porque se fugó de
palacio y el príncipe y la princesa pudieron vivir felices y acabar con la
guerra que había dividido a los reinos durante tanto tiempo
Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.
FIN
TODA CLASE DE PIELES:
Este cuento es una adaptación del cuento de “Toda clase de
pieles” que mantiene una estructura al cuento que escuchamos en el aula. Nombro
alguna de ellas.
·
La madre muere
·
El protagonista en vista a asumir algo del que
él( en este caso ) no quería se fuga al bosque
·
Mete en el saco tres objetos que tendrán
relevancia en la historia
·
Llega a otra ciudad y conoce a un/a cocinera
No obstante he cambiado ciertos aspectos del cuento:
·
En vez de ser una princesa , es un príncipe
·
El joven no quiere ser rey , ni entrar en
guerras
·
Le encuentra la cocinera en el bosque
·
Le da un puesto de camarero
·
La unión de los príncipes aparte de ser por
amor, da la paz a los reinos enfrentados.